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Se cierra el telón del XIX Festival Internacional de la Oralidad. ¡Gracias por la magia hecha palabra!

Se cierra el telón del XIX Festival Internacional de la Oralidad. ¡Gracias por la magia hecha palabra!

«Existen palabras que son espejos donde nos reflejamos, a esas palabras los hombres les tienen miedo, otras palabras existen y son libres, vuelan por el cielo, se mecen con el viento, algunas se quedan suspendidas, otras recorren el mundo, son palabras que dicen verdad, que no se ocultan, a esas palabras, algunos pocos hombres les tienen miedo.»

Mauricio Linares

Las butacas permanecen silentes mientras el telón del XIX Festival Internacional de la Oralidad desciende con nostalgia.

Ha culminado la fiesta de la palabra, y con ella, un sinfín de emociones.

Fuimos testigos de una semana cargada de gratas experiencias. Y por ende, no podíamos dejar pasar por alto la oportunidad de compartir algunos pensamientos que se hilvanaron tras bastidores.

Démosle paso a las anécdotas:

Adriana Felicia – Argentina

«La vida en el arte es un aprendizaje continuo y por ese camino voy transitando.»

 ¿La pasión por el arte nació contigo o la catalogas como una obra en construcción?

– Creo que nació conmigo. Desde muy chica dije que quería hacer esto. Incluso cuando estudiaba en la escuela primaria. Ahora, cuando me encuentro a mis compañeros de hace muchísimos años, me dicen con una sonrisa «Pensar que siempre dijiste que habías nacido para esto». Es pasión, sin duda alguna. La vida en el arte es un aprendizaje continuo y por ese camino voy transitando.

 ¿Qué aprendiste de tu paso por nuestra ciudad?

– Aprendí sobre la calidez del barquisimetano. No tiene punto de comparación. Fui recibida de maravilla por cada persona y ese nexo emocional con el público que tanto me fascina me lo llevo en el corazón.

 

Mauricio Linares – Colombia

«Existen palabras pequeñas, frágiles que quieren ser, otras, en cambio, se resisten a ser.»

Eres escritor y director de tus propias historias. ¿En qué te basas para crearlas?

– Los textos que yo escribo hablan sobre Buenaventura, el lugar de donde vengo. También sobre personajes que existieron, pero sobre todo, se basan en recuerdos. Me gusta trabajar los recuerdos: lo que viví, lo que mi madre me cuenta y lo que cuentan los amigos. Recopilo todo eso y comienzo a escribir.

 – ¿Qué recuerdos te llevas de Barquisimeto?

Barquisimeto fue una gran sorpresa. De hecho creo que se quedaron cortos los festivales en Colombia frente al barquisimetano. El público es maravilloso. He recorrido toda América y parte de Europa contando mis historias y no he encontrado un público como el de acá. Quizás Bucaramanga se asemeje un poco al espectador barquisimetano, pero la calidez de ustedes es increíble. Espero regresar pronto.

 

Jorge Torres «El Diablo» – Colombia

«Los libros son los únicos pasaportes que tiene la gente pobre para conocer otros países.»

¿Qué consejo le das a los valientes que desean incursionar en el mundo de las artes? 

– Es esencial volar y que a uno lo dejen caer de chiquito. Entre más veces te caigas de la cuna menos veces vas a prender el televisor.  Entonces, lo primero que hay que hacer es apagar el televisor, dejar de ver tanta basura y tanta novela. Tristemente la televisión en países como el nuestro no educa sino que involucra. Es mejor dejarse enamorar de los libros, del teatro, de la música, de las artes en sí. Todo lo que sustente arte o relacionarse con otra persona ya es ganancia.

 ¿Nutres tus historias del papel? 

– Sí, por supuesto.

¿Con cuáles autores?

– Autores hay muchos y nunca terminaríamos haciendo una lista. Pero sin duda alguna, así sea un cuento de fábula es bien recibido siempre que se lo den a uno con el alma. Con un buen deseo creo que cada quien le puede sacar a un libro lo que quiera. P0r ejemplo, mi abuelo decía que los libros son los únicos pasaportes que tiene la gente pobre para conocer otros países. Y es completamente cierto. De hecho, conozco más libros que países. En ese orden de ideas, me parece fabuloso que me regalasen un libro de pequeño. Fue la puerta para que mi vida cambiara.

¿Recuerdas cuál fue tu primer libro?

– Mi primer libro fue «El Príncipe y el Mendigo» de Mark Twain. Tenía como seis años y casi me vuelvo loco.

 ¿Qué aprendiste de Barquisimeto y sus historias cotidianas?

– Aprendí sobre la facultad que tienen los venezolanos de interpretar instrumentos musicales. Todos tocan algo, todos cantan. Tienen una percepción hacia la cultura un poco más abierta y me parece que eso es fundamental. Me lo llevo a Colombia.

 

 Harry Marín – Colombia

«Tengo la tristeza del que se va de un sitio sin haber podido terminar algo. Apenas estaba aprendiendo a disfrutar y conociendo Barquisimeto.»

Entrevista completa aquí.

– Coméntanos sobre la diversidad artística del colombiano.

– Colombia es un país que está aprendiendo a reconocerse a sí mismo. Apenas está asimilando desde la Constitución del 91 que es un país pluriétnico y multicultural. Cada ciudad creció de una manera tan independiente y tan distinta que no vas a encontrar similitudes. La diversidad del colombiano es amplia de forma étnica, lingüistica y musical. A través de los cuentos he tenido la oportunidad de conocer mi país y aprender muchísimo de su diversidad. El venezolano que vaya a Colombia se va a encontrar con muchos ecos por nuestro origen hispánico. Los recibiremos con los brazos abiertos.

¿Alguna recomendación especial a los jóvenes que desean incursionar en mundo de los cuentos? ¿Se lanzan a lo que les dice el corazón o mantienen los pies la tierra?

– Siempre me he hecho la misma pregunta durante toda mi vida. ¿Me lanzo a lo que desea el corazón o no? Y en definitiva, el corazón es un motor que te mueve hacia lo que de verdad quieres, pero que no lo puedes poner desbocado porque lo más probable es que no te lleve a ninguna parte. Un caballo desbocado no te lleva a ningún lado, pero un piloto sin caballo tampoco llega a ningún sitio.  Uno necesita tanto corazón como cerebro. Saber qué quieres y cómo. Correr riesgos y no lanzarse irreductiblemente al fracaso. Incluso, hay fracasos que son importantes. Desde mi perspectiva, cuando me presentan en algún show señalan la lista de mis éxitos y cuando uno es una hoja de vida se queda ahí. Pero, francamente, lo que a uno lo hace es el fracaso y lo que se aprendió de él.  En esta vida para triunfar hay que fracasar mucho, pero debemos saber cómo.

 

 Pablo Albo – España.

«Una sesión de cuentos 
no es un montón de historias.
Es un fluir 
en el que se incorporan las palabras.»

Entrevista completa aquí.

¿Cómo nutres tus historias? ¿Sólo vivencias  o las complementas con literatura?

– Yo leo literatura infantil nada más aunque cuente para adultos. El Principito, Peter Pan, el mismo Quijote. Todo menos Pinocho. Es demasiado moralista. Tienes cosas buenas pero le interesa tanto educar que llega a aburrir. Pincho me repugna. Ya tienes un título: “Me repugna Pinocho”. O quizás, “Ojalá muera Pinocho”.

 ¿Tan grave así fue la educación que Geppetto le dio a su hijo?

-Es que no me gustan las historias donde el narrador quiere dar las respuestas o quiere convencer a la gente de algo. Uno debe contar su historia y que cada quien piense lo que quiera. A veces los narradores pensamos que sabemos algo  y a fin de cuentas, el público es el que realmente sabe.

¿Qué le dirías a quienes anhelan incursionar en las artes?

– Que lo dejen, que no incursionen. Hay otras cosas muy interesantes para hacer en la vida que contar historias. Y si están empezandoestán a tiempo de dejarlo y de salir corriendo. Pero si no eligen ese camino, pues simplemente que disfruten. Esa es la base, el principio y el final: disfrutar, ser ellos mismos y transmitir su gusto por la palabra.

Sin duda alguna, Barquisimeto se transformó en su propio cuento, repleto de historias cotidianas: llanto, risas y nostalgia -mucha nostalgia- por la brevedad del tiempo en escena.

¡Gracias a la UNO/Es por la magia hecha palabra!

Hasta el próximo año.

«Existen palabras que se dejan contar y van de boca en boca, creciendo a ratos, transformando mundos, y como modestos artesanos, fabricando otras palabras para que nunca mueran en la espantosa costumbre que tienen los hombres: el olvido…»

Agradecimiento especial a Omar Aguirre (Música Oculta) por las atenciones y el buen ánimo. A todo el personal de la UNO/Es por la ardua labor, a los cuenteros por concedernos unos minutos tras bastidores y al público larense por la mejor sinfonía de todas: los aplausos.

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